
Como siempre ahí estaba sentada bajo la noche estrellada. No era nada raro encontrarla ahí, porque pasaba noches, horas, y minutos, contemplando la oscuridad, lejos en donde nadie la pudiera molestar, donde hubiera un poco de silencio.
Ella no era normal, no era predecible, pero al mismo tiempo era una adolescente, con sentimiento profundo y emotivo a cualquier situación. Por las noches si se le miraba de cerca en la pupila, el mismo sueño se repetía una y otra vez.
Ella bailando envuelta en un vestido de ensueño, con su amado. Y poco a poco disminuyendo hasta convertirse en personajes de un castillo. Pero era la sensación que causaba un reflejo en su boca, Era el dar vueltas y mirarlo a los ojos, y sentir que por una vez de todas todo su alrededor estaba bien. No importaba nada más en este mundo para ella.
Evidentemente nuestra querida niña estaba enamorada. Hasta que entre tanto pensar se despertó y se dio cuenta que era un sueño, algo que probablemente pasó, pero ya no iba a pasar porque estaba en el pasado, simplemente no podía aceptar que era el presente, que la condenaba a un manicomio de sus propios pensamientos y voces que no podían desprenderse del más dulce sabor a cielo.
Oyó dos pasos y se limpió sus lágrimas negras, por el rimel. No podía ser más obvia, pero el maquillaje la delataba. - ¿Ana que pasa? – le preguntó su hermana. – nada.
Ella solo pudo decir una palabra que se tiraba a la defensiva, sin tener que aceptar su debilidad, que compartía con Aquiles, el amor. El que mató a Julieta y Romeo y el que despertó a la Bella durmiente del largo sueño. Muy contradictorio, complejo, la base de cualquier cosa en el universo, y generalmente suele llevar a muchas mujeres a una adicción.
Gema, la hermana de Ana estaba preocupada desde hace tiempo. Después de ver hojas de cuadernos con negros mezclados de tinta, y rimel corrido por las lágrimas. Gema sabía que no era fácil caer, y que para volar, había que caer y aprender. – ¡Ana, no me digas que estas llorando por el! Mira, no es fácil olvidar, mucho menos de tu primer amor. Pero debes tener en mente que todo pasa por una razón.-
Para Ana esta frase se repetía como el movimiento de las agujas del reloj, no había persona que no se lo dijera. Pero ella oía, no escuchaba, ella de espíritu indomable prefería pasar su pena sola en esencia y pensamiento.
2
Gema y Ana, solían salir bastante y poco a poco Ana sentía que la vida a veces recobraba sentido, que por fin uno se podía olvidar y engañarse, pues hay algo que se llama perder los cinco sentidos, es hacer trampa, pero mínimo te regresa al presente y no al pasado. Iban a salir con su casi hermana María, que ha estado tanto tiempo con Ana, pues la ayuda y la aconseja, sobre todo en los momentos difíciles como este.
Todo iba bien, hasta que llamo él. Claramente era su voz, ese acento que erizaba los pelos, y que daba las clásicas mariposas en el estomago. – Hola niña ¿Cómo estas?
-Ana no pudo evitar sonreír. Un reflejo que cualquier mujer tiene, conectado con el recuerdo y el corazón. – ¿Yo bien y tú? ¿Eso que estas aquí?
- Pero yo siempre estoy contigo, porque te pienso, y te visito en sueños.-
Aceptémoslo el respondió audazmente, y ella recayó como cualquier mujer, en el juego del amor. Los hombres son una sustancia esencial tal como el chocolate para una adolescente.
Quedaron de verse esa misma noche. Pero Gema protestó- ¿Lo vas a ver? – María experta en el tema dijo- Los hombres no siempre tienen la misma perspectiva de lo que tu tienes, para ellos la vida no es rosa, se fuerte y no recaigas amiga. – Pero es que no entienden, el me hace feliz, el es el hombre por el que he sentido más, hay una conexión entre el y yo. Lo extrañe.- dijo Ana, inocentemente pues para ella esto no era malo, era un sueño, que había deseado desde hace tiempos. - ¡No queremos verte triste! El nos cae bien pero se fue, y te dejo. Tú amiga, sufriste y no se te olvido ni siquiera con el más guapo de la fiesta, pasaste días con un color pálido y una depresión, que tardo en mejorar. – Gema y Ana, no creían efectivamente en que verlo era la mejor idea, sabían que el corazón estaba en juego.
3
Ahí estaba sentada, teniendo los pies en el presente, pero pensando en que cualquier momento el llamaría, era entre nervios y risas con sus amigas. Era hambre, pero de la emoción y de haber estado a Dieta y no poderlo ver. Sonó el celular y saltó casi nadie se dio cuenta pero había sido vergonzoso. – Espérenme aquí, voy a ir a traerlo. – Caminó más derecho de lo normal, concentrada, cuando alguien la tomó del brazo y a ella se le fue el respiro. Se rió nerviosamente. – ¡Hola ¿Como estas?! – El casanova rió y contestó -no te quería molestar parecías estar divirtiéndote, pero no aguanté tenía que verte de cerca. – Se sentaron a platicar, y era como que nada malo hubiera pasado, como si no hubiera pasado el tiempo después de dejarse de ver. – Sigues tan niña, como yo te conocí- Dijo él – Púes déjame decirte que ya soy ciudadana, y no sé porque pretendes ser un viejo si me llevas dos años. Volvieron a reír y a molestar, a contar de lo que había vivido, y cuanto hacía ya desde que se vieron.
El parecía hipnotizarla – Me gusta la manera en que me miras, me la pasó tan bien contigo -parecía saber todas las respuestas que ella quería oír, como si tuviera un diccionario de líneas para la mujer, un diccionario de casacas como le decimos por esta región. – Cómo se nota cuando se tiene experiencia, y cuando alguien esta en el aire, pensando nada más en el que se tiene a la par- Dijo María a Gema, con mezcla de rencor hacia él, y preocupación por su amiga. – Sí y no has notado como se ríe cómo se derrite cómo cuando ésta con el. Definitivamente es afortunada y desafortunada esta noche. – Sí muy pronto tendré que gritar ¡Fuera el desgraciado! Como los programas de televisión, yo reconozco a Don Juan en cualquier momento.- Dijo María.
Los minutos, las horas se hicieron cortas, y para Ana el poco tiempo se hizo una vida entera, una vida entera de felicidad, de conexión con la otra persona, que no se tiene con cualquiera como ustedes saben. Esta la vida rosa como la llamaba María. Lo que no sabía nuestra querida Ana era que se estaba envenenando poco a poco, y que así como la alegría era la más grande, en poco tiempo sería la caída más fuerte.
Nadie quería interrumpirlos la energía que se emitía era grande. Si no te dabas cuenta estabas perdido. Gema le dijo a María- No quiero interrumpirlos pero ya es hora de ir a casa, algunos de nosotros tenemos hora de entrada.- Pero recuerda que si no lo haces probablemente te puedan tener en prisión en tu propia casa.- Dijo María recordando viejas vivencias. Así que Gema fue y le dijo a su hermana - Ana nos tenemos que ir. Nos pueden regañar por esta vez.
Ana no quería irse, lo miró y pensó hacia sus adentros que podía ser la última vez que lo viera, si hay algo que aprender es que los hombres no son predecibles. María le dijo a el dándole una palmada en la espalda- Creo que te deberías despedir bien.- Ella tenía un sexto sentido cuando se trataba de los hombres. – El le dijo a Ana – Adiós niña, cuídate. – Ella lo abrazó algo nerviosa porque parecía que todos la miraran, y alcanzó a decir sin aliento – Te quiero oíste. – Una frase algo arriesgada, cuando no hay definición para la situación extraña entre ellos. Lo vio subirse en el carro, y eso fue lo último que recuerda hasta ahora.
Y me consta decir que la vida te da vueltas, no queda más que hacerle frente a lo que se imponga. Pero si vives el día de hoy con tu corazón se vive bien. En cuanto a el nunca les revelaré el nombre, cuidado con el pues anda suelto. Lo reconocerán por su atractivo, por su acento, y porque parece tener toda respuesta a lo que quieren saber. Por lo menos Ana lo conoció.