
El último kilómetro que corro es el que más saboreo, el que más sufro y el que pone un par de pies a prueba. Llegar a la meta, después de 7 Km. era un hecho. Era un objetivo visible e incuestionable. Correr, eran 5 minutos de recuperación después de la carrera, un buen estiramiento y un vaso de agua.
En cambio tú me dejabas sin respiración, cansada y con miedo, sin necesidad de estar en movimiento. No es que el fin no fuera claro, que tu forma de actuar no fuera prevista, pero en este escenario era yo era Julieta, sin un guión, más que mi propia confusión. Una tragicomedia en falda con esperanzas de ser una cenicienta, a la que ahora no le entraba el zapato (talla 6). Es cierto, soy buena corriendo, más contigo mi talón de Aquiles se afloja y con eso la boca y mis labios que tiemblan cada vez que te beso.
Fácil es ponerle fin a un cuento convencional del cliché de la pareja perfecta. Nuestra historia es diferente: No hay malo en la historia, no hay rosas ni osos de peluche, ni siquiera una foto de nosotros dos. Es una multiplicación de meses basados en supuestos factores (tan complicada que ni yo la entiendo). Se que tu me quieres, que yo te quiero. Pudo haber sido así por mucho más tiempo. Pero factores, esta vez hechos, nos dividían en dos. Sin más excusas para hablar o callar para siempre. ¿Pero cómo decir algo que siempre se ha callado?
Yo te murmure te quiero, más la reacción fue una sonrisa tímida, un silencio tenso y un igual emitido por tus cuerdas vocales. No hay sorpresa detrás de tu respuesta, después de haber sido mi objeto de estudio, se que esperar del especimum silencius rareshko, Cuando tomo conductas sinceras y abiertas, sin palabras de doble sentido.
Sin duda alguna es la despedida más larga, más incierta y más dramática que he tenido. Anoche que llegaste a verme, entendí que tu voz no habla nunca, más el beso dulce, tierno que me plantaste en la boca, me dijo lo que mi corazón necesitaba oír, lo que busco siempre cuando me acurruco en tus brazos, me dijiste te quiero.
En cambio tú me dejabas sin respiración, cansada y con miedo, sin necesidad de estar en movimiento. No es que el fin no fuera claro, que tu forma de actuar no fuera prevista, pero en este escenario era yo era Julieta, sin un guión, más que mi propia confusión. Una tragicomedia en falda con esperanzas de ser una cenicienta, a la que ahora no le entraba el zapato (talla 6). Es cierto, soy buena corriendo, más contigo mi talón de Aquiles se afloja y con eso la boca y mis labios que tiemblan cada vez que te beso.
Fácil es ponerle fin a un cuento convencional del cliché de la pareja perfecta. Nuestra historia es diferente: No hay malo en la historia, no hay rosas ni osos de peluche, ni siquiera una foto de nosotros dos. Es una multiplicación de meses basados en supuestos factores (tan complicada que ni yo la entiendo). Se que tu me quieres, que yo te quiero. Pudo haber sido así por mucho más tiempo. Pero factores, esta vez hechos, nos dividían en dos. Sin más excusas para hablar o callar para siempre. ¿Pero cómo decir algo que siempre se ha callado?
Yo te murmure te quiero, más la reacción fue una sonrisa tímida, un silencio tenso y un igual emitido por tus cuerdas vocales. No hay sorpresa detrás de tu respuesta, después de haber sido mi objeto de estudio, se que esperar del especimum silencius rareshko, Cuando tomo conductas sinceras y abiertas, sin palabras de doble sentido.
Sin duda alguna es la despedida más larga, más incierta y más dramática que he tenido. Anoche que llegaste a verme, entendí que tu voz no habla nunca, más el beso dulce, tierno que me plantaste en la boca, me dijo lo que mi corazón necesitaba oír, lo que busco siempre cuando me acurruco en tus brazos, me dijiste te quiero.